POR DANIEL DEU

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Antón Pirulero

Los juegos tradicionales son los que se han transmitido de generación en generación, de padres a hijos, de niños mayores a niños pequeños. En general no pertenecen a una esfera determinada, ni a una cultura específica. Los más antiguos como la Mancha, la Rayuela, las Escondidas, el saltar la cuerda, las bolitas, la Payana o la Ronda, adoptan respuestas adecuadas a modo de vida, a valores y a relaciones sociales diversas.
Estos juegos tradicionales forman parte del folklore, las costumbres y las tradiciones. Cualquier lugar es bueno para hacerlos, la vereda, la plaza, la casa. A través de ellos los niños crean, investigan, organizan, descargan energía. Pueden discutir y aceptar normas y reglamentos. A través del juego se preparan para convivir en sociedad, respetando pautas y principios.
Hay juegos que se organizan a partir de versos y canciones como el “Mantantirutiru la”, donde dos grupos de niños avanzan el uno al otro, en forma alternada cantando: “Buenos días, su Señoría, Mantantirutiru la”, y donde finalmente la elección de un oficio será lo que haga que cada participante se incorpore o no al grupo; el Pisa Pisuela, donde se colocan todos los chicos contra la pared, recitando los versos, y el elegido con la punta de su pie va tocando los pies de los demás; o el Martín Pescador, donde dos jugadores se tomarán de las manos haciendo un puente, y los jugadores en trencito van pasando y cantando: “Martín Pescador, ¿Se podrá pasar?/ Pasará, pasará/, pero el último quedará”. Otros juegos requieren esfuerzos físicos y necesitan espacios amplios y generalmente exteriores, como la Escondida, donde un jugador cuenta en “la piedra”, contra la pared, un árbol, etcétera, y al dejar de contar debe encontrar a los jugadores escondidos. También la Rayuela, preferida por las niñas, exige coordinación motriz y equilibrio. Se dibuja en el suelo Rayuela, y cada jugador deberá tirar la piedra en el lugar correspondiente y recogerla saltando con una sola pierna. Dentro de esta categoría de juegos se puede incluir también a Juguemos en el bosque, donde un niño que hace de lobo, escondido, irá nombrando las distintas prendas que se va poniendo hasta terminar de vestirse. Una vez vestido, el lobo sale a correr a los demás participantes. Los que son atrapados salen del juego, y gana el último que quedó sin ser atrapado.
Otro tipo de juegos, generalmente apropiados para interiores, apelan al esfuerzo intelectual y no ponen en movimiento el cuerpo. Es clásico el Veo, veo, en el que alguien elige mentalmente un objeto de un determinado color y empieza a recitar los versos correspondientes: “Veo, veo/ ¿Qué ves? / Una cosa/ ¿Qué cosa? El otro u otros jugadores deberían nombrar todos los objetos del color elegido hasta adivinar el que había sido pensado por su compañero. Si no se lo lograse, se dice: “Me doy por vencido”, el compañero devela la incógnita, y se comienza nuevamente el juego con otro color. El que acertase, en cambio, será el que lo inicie.
Hay otra clase de juegos que requieren elementos específicos y destreza manual como el Timenti, Payana o Pallana, que se juega con cinco piedritas que se van tomando del suelo, arrojando al aire y recogiéndolas sucesivamente en diferentes combinaciones. El que se equivoca en algún paso, pierde el turno y le da paso a otro compañero. Cuando le vuelve a tocar su momento de juego debe continuar desde donde había perdido. Para jugar a las bolitas, juego tradicionalmente reservado a los varones, se marca sobre el piso un rectángulo y en el centro se hace un hoyo, el “opi”. Todos tiran tratando de embocar. Las bolitas se desplazan en distintas direcciones chocándose entre sí. Las bolitas chocadas son ganadas por el participante que efectuó el tiro, lo que suele dar origen a situaciones conflictivas que muchas veces clausuran el juego con disputas y enojos. Y hay muchos más.
La única forma de que no se pierda la tradición de estos juegos, es su transferencia a las generaciones venideras.

ACTIVIDAD PARA PENSAR

A continuación, verás dibujadas cinco plaquetas rectangulares, cada una está compuesta por quince rectángulos blancos y negros. Si superpones tres de esas plaquetas podrá formar una letra del abecedario. (La solución la puedes enviar a direccionnmo@gmail.com).

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