POR DANIEL DEU

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MALDITOS PALILLOS

En todas las civilizaciones el fuego jugó un rol central. En sus comienzos el fuego constituía la única forma de iluminación en la penumbra, era la principal herramienta para cocer los alimentos y era la única fuente de calor en los días fríos. Sin embargo, la manipulación del fuego era un asunto complejo y delicado: un mal cálculo podía acarrear graves pérdidas materiales y humanas.


Durante siglos se optó por diferentes técnicas para producir el fuego y preservarlo. Las primeras formas de crear fuego solían consistir en encender yesca (materia muy seca que arde con facilidad) mediante chispas que se producían al frotar un fragmento de pedernal (piedra muy dura que al romperse forma unos bordes muy cortantes) contra una pieza de metal. Otro tema no menor era la forma de mantener el fuego. Por ejemplo, los Tehuelches, un pueblo indígena del sur de Argentina y Chile, preservaban el fuego en forma de brasas en vasijas de barro que llevaban consigo, alimentándolas con pequeñas ramas. Si necesitaban encender una hoguera o deseaban fumar, tan solo debían extraer las brasas de la vasija para encender el fuego.


Joseph Needham, un sinólogo (estudiaba la lengua y literatura china) británico dedicado a la ciencia y a la tecnología, descubrió que un interesante texto antiguo había referencias a un invento similar a los fósforos. El texto pertenecía a la dinastía Sòng del Norte (960-1127 e.c.) llamado Qingyìlù, Registros de maravillas puras.
Surge de la narración que un hombre ingenioso ideó un sistema de impregnar pequeños palitos de madera de pino con azufre y almacenarlos listos para usar. Al menor toque de fuego, estallan en llamas y se obtiene una pequeña llama como un grano de cereal. Esta maravilla antes se llamaba “yin guângnú, siervo atractor de fuego”, pero luego, cuando se convirtió en un artículo de comercio, su nombre fue cambiado a “huócùn, pulgada de fuego”.

Hoy en día se cree que el invento es incluso anterior a la dinastía Sòng del Norte. En un texto escrito en el año 1366, durante la dinastía Yuán (1279-1368 e.c.), llamado Chuògènglù, el autor cuenta el origen de los fósforos. Según este texto, los fósforos habrían sido inventados en el año 577, durante el período de las Seis Dinastías (220-589 e.c.). Cuando los diversos reyes entraron en guerra por el poder del territorio, comenzó a haber escases de materiales, especialmente de leña suficiente para encender fuego para cocinar. Frente a esto, las concubinas del rey de Qí del Norte comenzaron a fabricar unos palillos impregnados en azufre, que con la ayuda de un cuchillo o pedernal se encendían.

Cuando Marco Polo (1254-1324 e.c.) visitó la ciudad de Hángzhôu en el año 1270, ya eran un producto común en los mercados. De hecho, en una obra escrita al principio de la dinastía Yuán llamada Wúlinjiùshi, Cuestiones antiguas de las artes marciales, un libro que recopila costumbres de la época, menciona la venta de fósforos en los mercados de Hángzhôu.

Según Joseph Needham, en Europa no hay registros de la existencia de ningún invento similar al fósforo hasta el año 1530. En el siglo XVI, algunos experimentadores descubrieron que podía útilizarse el azufre como una forma de producir fuego rápido, aunque no consiguieron desarrollar ningún dispositivo práctico y barato. A partir del siglo XVIII los científicos descubrieron las propiedades inflamables del fósforo al entrar en contacto con el azufre: así surgieron las “botellas filosofales”. Si se necesitaba fuego, tan solo había que abrir la botella filosofal e introducir un palillo de madera impregnado con azufre para que entrara en contacto con el fósforo contenido dentro de la botella. Esto produce que el palillo se encienda al retirarlo de la botella y entrar en contacto con el aire.

En la ciudad de París, en el año 1805, Jean Chancel,ayudante del profesor Louis Jacques Thénard,creó un palillo de madera impregnado con clorato de potasio, azúcar, azufre y goma arábica que se encendía al introducirlo en un pequeño contenedor con ácido sulfúrico. Este nuevo invento era más seguro que las botellas filosofales y más fácil de utilizar, aunque seguía siendo peligroso de manipular y nunca fue comercializado a gran escala. De forma independiente, en Gran Bretaña, Francia y Alemania tres inventores desarrollaron un invento similar que consistía en impregnar la punta de un palillo con una mezcla de fósforo amarillo, azufre y clorato de potasio. Al friccionar la cabeza del palillo se enciende una pequeña llama del tamaño de un grano de cereal.

Con el correr de las décadas se fue perfeccionando su fabricación hasta alcanzar lo que hoy en día se conoce como los “fósforos de seguridad” que fueron creados por Gustaf Erik Pasch en 1844 y mejorados por JhonEdvardLundstrõn una década después.

La seguridad se debe a la sustitución del fósforo blanco por fósforo rojo, y por la separación de los ingredientes: la cabeza de la cerilla se compone de azufre y clorato potásico, mientras que la superficie sobre la que se frota es de vidrio en polvo, cola, fósforo rojo y sulfuro de antimonio. En el momento de frotar ambas, debido al calor de la fricción, parte del fósforo rojo se convierte en fósforo blanco, se enciende y comienza la combustión de la cerilla.

A pesar de los innumerables inventos que no aportó la ciencia, deberías tener en cuenta que nunca está demás tener a mano una cajita de fósforos.

¡A JUGAR!

De todos los enigmas de palillos (que los hay, ¡y muchos!), definitivamente este es el que me gusta más, porque combina lógica, ingenio, y pensamiento lateral.

Tenemos 8 palillos que forman la expresión matemática “1 más 1 igual a dos”. Moviendo un solo palillo debes conseguir una expresión que dé como resultado el número 130. (La solución la puedes enviar a direccionnmo@gmail.com).

Fuente: “Los mejores 100 juegos de ingenio”. Jaume Sués Caula, Editorial Paidós, 2014.-

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