PARA JUGAR... EN UNA HORA
Charles Lutwidge Dodgson es muy conocido por su seudónimo: Lewis Carroll, el cual utilizó por primera vez en el año 1865, al publicar el famoso libro: “Las aventuras de Alicia en el País de las maravillas”.
Entre sus cuentos humorísticos que incluyen lógica matemática y una cuota de ironía se encuentra el de “Los dos relojes”. Carroll inicia el cuento preguntando al lector qué preferiría: un reloj que marcase la hora exacta una vez al año u otro que lo hiciera dos veces al día. El lector, que es un hombre sensato, responde que preferiría el segundo. Pero Carroll sigue preguntando qué reloj elegiría: uno que no funciona en absoluto u otro que se atrasara un minuto al día. El lector sigue contestando que elegiría el segundo. Pues bien, querido lector, Carroll nos demuestra que no sólo hemos incurrido en una contradicción, sino que lo que nosotros entendemos por sensatez, por “razón”, no nos conduce más que a razonamientos insensatos, faltos de lógica. Te invito a leer el cuento en su versión original.
¿Qué es mejor, un reloj que de la hora exacta una vez por año, o un reloj que es puntual dos veces al día? “Este último -contestarás- incuestionablemente.” Muy bien, ahora atiende.
Supongamos que tengo dos relojes: uno no funciona en lo absoluto, y el otro se retrasa un minuto al día: ¿cuál preferirías? “El que se retrasa”, replicarías sin ninguna duda. Ahora observa: el que se retrasa un minuto al día tiene que emplear doce horas, o setecientos veinte minutos hasta que de nuevo señale la hora correcta; por consiguiente, es puntual una vez cada dos años, mientras que el otro es puntual evidentemente siempre que sea la hora por él indicada, lo que ocurre dos veces al día. De manera que ya te has contradicho una vez.
“Ah, pero -dirás- ¿de qué me sirve que sea puntual dos veces al día, si no puedo saber cuándo lo es?”.
Bueno, supongamos que el reloj marca las ocho en punto, ¿no comprendes que el reloj será puntual a las ocho en punto? Tu reloj señalará la hora exacta, cuando sean las ocho en punto. “Sí, ya veo”, me contestarás.
Muy bien, por lo tanto, te has contradicho ya dos veces, ahora sal del apuro lo mejor que puedas, y procura no contradecirte una vez más.
Podrías seguir diciendo: “¿Cómo habría de saber cuándo son las ocho en punto? Mi reloj no me lo dirá.” Ten paciencia: sabes que, cuando sean las ocho, tu reloj irá bien, perfecto; por lo tanto, esto es lo que tienes que hacer: mantén la vista fija en el reloj y, en el momento exacto de que dé puntualmente la hora, serán las ocho. “Pero…” será tu balbuceo. Pero -ya es bastante- vale más que desistas en tu vana demanda de algo conforme a los usos de tu sentido común. Te alejarás más y más, a medida que preguntes, del punto en que se sustentaba tu necio equilibrio, de modo que lo mejor será que te calles.
ACTIVIDAD PARA PENSAR
Un reloj cilíndrico cayó de una pared y rodó varios metros por el suelo, rompiéndose el cristal. Pese al golpe, su maquinaria sigue funcionando, pero, lamentablemente, todos los números se han desprendido y no hay marca o señal que indique dónde van. ¿Podría determinar de qué forma se pueden volver a colocar los números en su sitio e indicar qué hora es?
(La solución la puedes enviar a direccionnmo@gmail.com).
