POR DANIEL DEU

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“SE BUENO; MANCALA UN POCO MÁS”

Hace muchos, muchos años, en alguna parte de África, junto a algún mar, alguien (¿un niño, una niña?) quizá cogió unas conchas. Las tuvo un rato en la mano; le agradaban, eran pequeñas y blancas. Entonces tuvo ganas de contarlas. Se le ocurrió, quizá, que, si hacía agujeros en la arena y ponía las conchas, podría saber cuántas tenía.

Para contarlas las cambiaba de agujero, así era más fácil. Hacerlo le gustó tanto como tener conchas. Quizá lo contó a su familia, a los amigos. Jugando, jugando, poco a poco fue creándose un “juego de mancala”.

Mucho después, cuando las conchas se convirtieron en moneda, comenzaron a utilizarse semillas de Caeselpina bonduc, un arbusto que crece en buena parte de África. El juego de cálculo pasaba a ser una metáfora de la siembra y la fecundidad de la tierra.

Desde aquel tiempo remoto y hasta ahora, de pueblo en pueblo, a través de la sabana, la jungla o las tierras áridas, toda África juega a uno u otro “juego de mancala”. Se extendió tanto que hoy se juega también en el Caribe y en el sudeste asiático, en Oriente Medio y en Asia central. Como no tiene un nombre ni unas reglas oficiales, en cada sitio se conoce con un nombre diferente, a veces con el del arbusto cuyas semillas se aprovechan como fichas.

Sea cierto o no este origen, inspirado en el libro Awélé, le jeu des semailles africaines, de Pascal Reysset y François Pingaud, los “juegos de mancala” ahora son los juegos más jugados del mundo. Lo que no cuentan los autores en su libro es que, de regreso a su casa, la niña descubrió una caberna en la cual Barba Negra, el último de los piratas clásicos del Caribe, cuyo nombre ha pasado a formar parte del imaginario popular como uno de los mayores malvados de la historia, ocultaba sus tesoros.

ACTIVIDAD PARA PENSAR

En una de las paredes de la caverna había dibujado un problema. Se sabe que nuestro pirata era muy
astuto a la hora de repartir los botines de sus conquistas. Te invito a pensar un rato, para que intentes
encontrar una solución, y evites ser engañado.

Tienes ocho monedas de oro en apariencia iguales, pero sabiendo que Barba Negra siempre hace de
las suyas, existe la sospecha que una de ellas es más liviana que las otras siete. Cuentas con una
balanza con dos platillos y lo único que se puede hacer con ellos es poner las monedas a uno y otro
lado, y pesar solamente dos veces. Luego de esas dos pesadas, se supone que tienes que estar en
condiciones de poder decir cuál es la moneda diferente (más liviana). Te sugiero, una vez hallada la
solución que no reclames nada, ya que corres el riesgo de que tu cabeza sea exhibida en una bandeja
de oro.

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