NEUROCIENCIAS: LA MÁQUINA CEREBRAL
Uno de los mayores retos científicos que se plantea es descubrir cómo trabaja el cerebro.
Al contrario de lo que ocurre en el extraño mundo de lo muy pequeño, en el que las partículas cuánticas pueden existir y no existir al mismo tiempo, o en la alucinante expansión del espacio-tiempo presente en la astronomía, el cerebro humano es, en cierto modo, algo muy tangible; tiene aproximadamente el tamaño y la forma de una coliflor, pesa unos 1400 gramos y tiene una textura semejante a la del tofu. Por si no lo sabes, el tofu es una comida de origen oriental, preparada con semillas de soja, agua y coagulante.
Su complejidad es la que lo hace tan extraordinario y difícil de desentrañar. Existen tantas conexiones en un cerebro humano adulto que, a razón de una por segundo, necesitaríamos más de tres millones de años para contarlas.
A medida que nuestra vida se va haciendo más larga, aumentan las probabilidades de que algunos de nosotros lleguemos a padecer problemas neurodegenerativos, como la enfermedad de Alzheimer, y también son más frecuentes los desórdenes psiquiátricos como la depresión y la esquizofrenia. Los mejores tratamientos para estos trastornos dependen de un mayor conocimiento de las complicadas redes cerebrales.
Pero lo más fundamental es que el cerebro nos atrae porque define quiénes somos. Es mucho más que solo una máquina para pensar. Hipócrates, el padre de la medicina occidental, ya lo constató hace muchos siglos: “El hombre debe saber que tanto las alegrías, los placeres, la risa y las bromas, como las tristezas, las penas, el desaliento y los lamentos proceden únicamente del cerebro”. Más recientemente, Francis Crick, uno de los biólogos más importantes de nuestro tiempo, se ha hecho eco de la misma idea: “Tú, tus alegrías y tus tristezas, tus recuerdos y tus ambiciones, tu sentimiento de identidad personal y libre albedrío no son, de hecho, nada más que el comportamiento de un vasto conjunto de células nerviosas y sus moléculas asociadas”. Y quizás menos controvertido, pero igualmente importante, es que el cerebro es también responsable del modo en que percibimos el mundo y de cómo nos comportamos en él. Por ello, entender el cerebro es comprendernos a nosotros mismos y nuestro lugar en la sociedad y en la naturaleza.
A JUGAR!
Pídele a tú cerebro que te ayude a resolver el siguiente problema. Presta atención y razona.
¿Qué número debe ir en la cabeza del tercer espantapájaros?
(La solución la puedes enviar a info@nmoneurocapacitacionludica.com)
